4º día novena a la Inmaculada (Siria)


En febrero de 2012, cuando se cumplía un año del levantamiento armado de Siria, el régimen adoptó una nueva Constitución aprobada en referéndum por el 90 % de los votos emitidos. El nuevo texto conserva la mayor parte de las disposiciones de la Constitución anterior. Entre ellas se cuenta la exigencia de que el presidente del país sea musulmán (artículo 3.1) y que la fuente principal de la legislación sea la jurisprudencia islámica (artículo 3.2). La Constitución de 2012 establece también: “El Estado respeta todas las religiones y garantiza el libre ejercicio de todos los derechos religiosos, siempre y cuando no perturben el orden público” (artículo 3.3). Igualmente, “se protege y respeta el estatus jurídico de las comunidades religiosas (artículo 3,4), “los ciudadanos son iguales en derechos y deberes sin discriminación por motivos de religión o confesión” (artículo 33.3), “la libertad de culto está protegida por la ley” (artículo 42.1). 
La innovación principal de la nueva Constitución es su reconocimiento del pluralismo político (artículo 8.1). Anteriormente, el partido Baaz había tenido el monopolio de la representación política. Por lo demás, la nueva Constitución, como la anterior, no prevé ningún sistema de cuotas confesionales en el Parlamento o el Gobierno, a los que las comunidades minoritarias (alauíes, drusos, cristianos y chiíes) sí tienen acceso. No obstante, aunque el texto no se pronuncia explícitamente sobre la libertad de conciencia, la conversión de los musulmanes a cualquier otra religión sigue prohibida, dado que es contraria a la ley islámica, declarada primera fuente de la legislación. 
Los grupos religiosos minoritarios han sido excluidos del proceso político, como señalan los representantes cristianos y los observadores de los derechos humanos. El llamado “Gobierno provisional” rebelde, formado por 9 ministros e instituido en Estambul en otoño de 2013, no tenía un solo representante cristiano (siriaco o asirio) de la Coalición Nacional Siria, grupo de oposición, reconocido como la oposición legítima por las potencias occidentales. Estos miembros protestaron contra su “marginación” y “exclusión deliberada”. La afinidad política de los grupos minoritarios es variada; unos respaldan al régimen del presidente Bashar al Asad, mientras otros (entre ellos algunos alauíes y cristianos) apoyan a los grupos de la oposición.
Sin embargo, la “confesionalización” del conflicto coloca a estos grupos religiosos en una situación extremadamente precaria. El ataque directo a comunidades religiosas determinadas ha constituido un factor clave, para que la población abandone masivamente sus hogares. En marzo de 2014, ACNUR afirmó que en tres años de conflicto Siria, “ha alcanzado el primer puesto en la lista mundial de personas desplazadas a la fuerza” al tener 6,5 millones de desplazados en el interior y otros 2,5 millones, que viven como refugiados en el extranjero. Las acciones de los grupos combatientes han dejado totalmente claro que existe un creciente programa islamista público. Durante el período que se estudia en este informe aparece de forma recurrente información sobre el esfuerzo conjunto que realizan los extremistas para islamizar los barrios, utilizando presión física y psicológica sobre los grupos minoritarios. Por ejemplo, en el inmenso barrio periférico de Damasco, Duma, 36 ulemas (líderes religiosos musulmanes) emitieron una fetua en septiembre de 2013 en la que otorgaban legitimidad al derecho de los fieles musulmanes suníes a incautarse y hacerse con los bienes, las viviendas y las propiedades de los cristianos, drusos y alauíes y de todos “los que no profesen la religión suní”. La fetua señala que las propiedades confiscadas se utilizarán en parte para “conseguir armas”3. No obstante, en un ambiente tan envenenado de violencia casi continua, a veces no se puede saber si el motivo principal de un ataque contra cualquier comunidad de creyentes es el odio religioso o está vinculado a supuestas alianzas políticas del grupo o a alguna otra razón. En la mayoría de los casos, parece que ambos factores están presentes en la violencia endémica, que no perdona a ninguna comunidad con independencia de su identidad religiosa. 
Musulmanes de diferentes tradiciones también han sido víctimas de horribles actos de opresión. La mayoría suní informa con frecuencia de que es atacada por las fuerzas de Al Asad o por las leales al régimen. Shabiha, grupo paramilitar que se dice que está mantenido por el Gobierno, es considerada autora de actos de violencia, tenencia ilegal de armas y crímenes organizados perpetrados por estos alauíes contra los suníes, a los que consideran extremistas, como primer objetivo. La influencia de Shabiha ha sido intensificada por los ejércitos chiíes (combatientes huthíes y Hizbolá) y el respaldo militar de Irán a Asad. Por su parte, los alauíes informan de la gran violencia perpetrada por grupos opositores al régimen de Asad. En el transcurso de 2014, comunidades de todo el espectro religioso manifestaron su temor creciente ante el surgimiento del ISIS (Estado Islámico de Irak y el Levante), combatientes islamistas suníes con influencia del movimiento wahabí y el deseo de crear un califato, que se extienda desde Irak hasta Siria. Tanto las comunidades musulmanas moderadas, así como los grupos religiosos minoritarios han divulgado horribles violaciones de los derechos humanos a medida que ISIS va tomando zonas clave del norte de Siria, entre ellas Raqqa, Idib y Alepo, así como Mosul, Tikrit y otros importantes centros en Irak. 
En un conflicto en el que las divisiones partidistas políticas y sectarias religiosas están estrechamente entrelazadas, las comunidades suníes informan de que están sufriendo una grave persecución por parte del presidente Asad y las fuerzas leales al régimen. En esta situación, el régimen fue acusado de utilizar armas químicas contra civiles, llevando a los Gobiernos internacionales a plantear una intervención directa en Siria al final del verano de 2013. Aunque se considera que gran parte de la violencia contra los suníes tiene razones políticas o estratégicas, también hay quien piensa que está motivada, en primer lugar, por enemistad religiosa, especialmente cuando se ataca a objetivos civiles desarmados. Un incidente, calificado como ataque deliberado contra suníes desarmados, aparentemente inocentes, se produjo en la localidad costera de Banias. El 3 de mayo de 2013, fuerzas leales al presidente Asad mataron a unas 62 personas y dejaron los cadáveres ensangrentados por las calles. Poco después colgaron vídeos de la matanza en internet. Esta masacre se produjo dos días después de que las fuerzas del Estado y grupos paramilitares pro-Asad mataran a unos 50 suníes en la cercana Baida. Igualmente, en septiembre de 2013, 15 personas fueron asesinadas en Sheij Hadid, pueblo musulmán suní, al noroeste de Hama. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos denunció que entre los fallecidos por un ataque nocturno contra el pueblo había una mujer y dos niños. Los observadores consideraron que se había tratado de un ataque contra comunidades suníes inocentes. En otros casos, los suníes han sido atacados por sus propios correligionarios por apoyar a Asad, postura que piensan que es una traición a la fe. En marzo de 2013, una bomba atravesó una mezquita de Damasco matando a un destacado clérigo suní favorable al Gobierno, el jeque Mohamed Said. Se decía que en ese momento impartía clases elementales de religión islámica. 
Para los grupos minoritarios, el impacto del conflicto ha sido singularmente grave, aunque en cierta medida parece que de momento los drusos se van librando. Tanto los alauíes (13 % de la población) como los cristianos de las distintas confesiones (entre el 6 y el 10 %) han sufrido una violencia muy grave. Sus vidas y sus hogares, y el resto de sus posesiones, han constituido el objetivo de la misma a causa de su identidad religiosa. 
Los alauíes informaron de atroces actos de persecución. Entre los incidentes más destacados de violencia, dirigida específicamente contra los alauíes, destaca el que se produjo en la provincia de Latakia en marzo de 2013. El Ejército Libre Sirio y sus seguidores organizaron una campaña llamada “Descendientes de Aysha, Madre de los Creyentes” con el objetivo de conquistar la ciudad de Al Hafa, pero un efecto colateral, que aparentemente estaba bien calculado, fue el de desencadenar más violencia sectaria en Siria al realizar este ataque contra una zona de mayoría alauí. Durante el ataque las fuerzas rebeldes conquistaron 13 pueblos, mataron a cerca de 200 civiles y tomaron más de 200 rehenes. Se cuenta que hicieron subir a las mujeres a camiones, donde los combatientes rebeldes las violaban. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos informó de que un clérigo alauí secuestrado había sido asesinado por el Frente al Nusra. 
Otro ataque significativo contra la comunidad alauí se produjo en febrero de 2014, en Maan, pueblo de mayoría alauí en la provincia de Hama. Rebeldes extremistas musulmanes invadieron Maan y mataron a 40 personas. La mitad de las víctimas de este ataque eran civiles entre los que había mujeres. El resto eran combatientes del pueblo que luchaban para defender sus hogares. Un vídeo, colgado en internet por las brigadas rebeldes Yund al Aqsa, en el que afirmaban haber invadido el pueblo, mostraba sonrientes hombres con largas barbas ondeando una bandera negra yihadí por el pueblo. 
Una cristiana, testigo del asalto del Ejército Sirio Libre a Ras al Ayn, ciudad situada al nordeste de Siria, en la frontera turca, afirmó que los alauíes fueron los más afectados en un ataque que se dirigió contra varias comunidades religiosas. La mujer, que solicitó que no se divulgara su nombre por motivos de seguridad, contó que inmediatamente después del ataque del 8 de noviembre de 2012, obligaron a los cristianos, los kurdos y a otros grupos a huir. Pero dijo: “Los alauíes sufrieron un destino peor. Los mataron por ser alauíes. Uno de ellos era un maestro de la escuela que llevaba muchos años enseñando a los niños de todas las familias. Los combatientes lo buscaron, lo capturaron y lo mataron delante de su mujer y de sus hijos. 
Durante el periodo que se estudia en este informe, las comunidades cristianas de toda Siria han sido objeto de violencia sistemática. Los motivos que subyacen a estos ataques son complejos; en muchos casos se les atacó sobre todo por su fe religiosa, en otros, se debió a su supuesta filiación política. Quizás el mayor impacto de la violencia haya sido la emigración masiva. En octubre de 2013, el patriarca greco-católico melquita Gregorio III declaró a la BBC que más de 450 000 cristianos de una población de 1 750 000 personas antes de la guerra habían sido desplazados o habían abandonado el país. En dos años, la ciudad de Alepo, que anteriormente contaba con la comunidad cristiana más grande de Siria, ha perdido en torno al 65 % de sus miembros. Las organizaciones que estudian la persecución han indicado que el éxodo de cristianos de Siria es una repetición “a toda velocidad” de lo que ha venido ocurriendo en Iraq durante los últimos 10 o 20 años, en los que la comunidad cristiana cayó en picado, de más de 1 millón de individuos a unos escasos 300 000. En entrevistas, líderes cristianos, entre ellos el patriarca Gregorio, insistieron en que las comunidades eclesiales sobrevivirán a la violencia a pesar de que no se ve un final claro al conflicto. La emigración de las comunidades cristianas no ha sido necesariamente peor (proporcionalmente hablando) que la de otros grupos de creyentes, pero podría ser más desastrosa a causa de su ya reducido número. 
Las comunidades cristianas informaron de los secuestros generalizados de obispos y sacerdotes. En Octubre de 2012 encontraron degollado al P. Fadi Yamil Hadad, párroco de la parroquia ortodoxa griega de Qatana, barrio periférico de Damasco. Había estado intentando conseguir la libertad de un médico cristiano secuestrado cuyos secuestradores habían pedido un rescate de 560 000 $. El 22 de abril de 2013 raptaron a dos obispos de Alepo, Mons. Boulos Yazigi (greco- ortodoxo) y Mons. Yuhanna Ibrahim (ortodoxo sirio) cuando regresaban de la frontera turca, donde habían acudido a negociar la liberación de dos sacerdotes, los padres Michael Kayal (católico armenio) y Maher Mahfuz (greco-ortodoxo), secuestrados con anterioridad, el 9 de febrero. El conductor de su coche, el diácono Fatha Kabud, fue asesinado por los secuestradores. Hasta el momento ningún grupo ha reivindicado el secuestro. En julio de 2013 desapareció cerca de la ciudad de Raqqa, próxima de la frontera con Turquía, el jesuita italiano P. Paolo dall’Oglio, refundador del monasterio de Mar Musa, en la diócesis de Homs. Según algunas informaciones, fue secuestrado por el ISIS como parte de su plan para conquistar la zona. Muchos de los sucesos se han producido en Alepo y la zona circundante del noroeste, de la que numerosos cristianos han huido. Los dirigentes cristianos de otras zonas de Siria también han sido víctimas de la violencia. En abril de 2014, el jesuita holandés P. Frans van der Lugt, de 75 años, fue asesinado, después de 40 años de atención pastoral al pueblo de Homs. 
La Ciudad Vieja de Homs fue una de las numerosas localidades en las que los edificios de las iglesias han sido objeto de violencia y profanación sistemáticas. En Homs, la tercera ciudad de Siria, todas las iglesias cristianas han sido arrasadas. En Damasco, las parroquias cristianas de los barrios periféricos han tenido que cerrar sus puertas. En mayo de 2013, el pueblo cristiano de El Duwair (en la provincia de Homs) fue atacado y parcialmente destruido por islamistas aliados al Ejército Sirio Libre. Muchos de los habitantes fueron masacrados. El 7 de septiembre de 2013, los islamistas del Frente al Nusra atacaron la ciudad santuario eminentemente cristiana de Malula, cuyos habitantes siguen hablando arameo, el idioma bíblico. Los atacantes derribaron las cruces del monasterio de San Sergio y rodearon el convento de Santa Tecla, obligando a las monjas a refugiarse en el interior. Irrumpieron en muchas casas, gritando: “Aquí estamos para cogeros, adoradores de la cruz”. En una de las casas ordenaron a tres hombres que se convirtieran al islam o les matarían. Uno de ellos, Sarkis Al Zajm, replicó “Soy cristiano; si quieres matarme por ser cristiano, hazlo”. Mataron a los tres. En total, los atacantes asesinaron a 20 civiles y secuestraron a otros 15. No tocaron la casa de ningún musulmán. En diciembre, miembros del Frente al Nusra, que aún controlaba Malula, secuestraron a 12 monjas ortodoxas del monasterio de Santa Tecla y las llevaron a Yabrud. Fueron liberadas, sin daño, en marzo de 2014. Mientras tanto, muchas otras ciudades cristianas han sufrido una violencia extrema por ejemplo, Sadad, donde en una incursión islamista, mataron a 45 personas y arrojaron a una familia a un pozo; entre ellos había dos adolescentes y tres de los abuelos. 
Los yazidíes son otra comunidad religiosa que también ha sufrido mucho en este período que se estudia: el ISIS atacó Al Talilia, cerca de Ras al Ayn, ataque que se consideró dirigido directamente contra los yazidíes, la comunidad de creyentes más amplia del pueblo. Se dice que los yihadistas rebeldes ejecutaron a 15 civiles, entre ellos 6 niños. Los habitantes y los nativos ofrecen dos posibles motivos para este ataque, que el ISIS se quisiera vengar de los habitantes del pueblo sospechando que apoyaban a sus opositores, o que consideren que los yazidíes son infieles. 

Aunque la guerra civil de Siria, que se ha prolongado durante todo el tiempo que se estudia en este informe, implique que la violencia y las violaciones de los derechos humanos sufridos por las comunidades religiosas son en cierta medida políticas, el odio religioso claramente ha representado un papel muy importante. El sectarismo religioso subyacente al conflicto ha quedado patente con la profanación generalizada de iglesias y mezquitas, los asesinatos y secuestros de imanes, obispos y otros representantes religiosos, los ataques deliberados contra población civil y quizás, y sobre todo, el desplazamiento masivo de las comunidades, tanto rurales como urbanas. Por lo tanto, la libertad religiosa de Siria, junto con los derechos humanos fundamentales en su conjunto, ha sufrido un profundo deterioro durante el período que se estudia en este informe. 

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